"Por estos días, casi nadie pone en duda el papel que desempeña la mujer en la vida familiar y social. La dinámica que imprime en esa coalición perfecta para el desarrollo humano, coloca de relieve lo que un día el Apóstol José Martí escribió para la posteridad, refiriéndose a la perfección de las obras cuando en ellas la mujer deja su huella de dulzura y cariño.
En un país como el nuestro, y creo que enotro s también, si la mujer no hinca rodilla entierra junto al hombre, la obra no sale, o se detiene a poco como dice el poema Guilleniano. Pero se observa que muchos preceptos que aluden a la emancipación femenina se llevan a extremos y ponen en peligro el sentido ético, moral y humano de la lucha por los derechos de la mujer, incluso, su misma dignidad.
Los derechos de la mujer, al igual que los de cualquier ser humano, no pueden derivaren groserías, en actitudes amorales y enideas que parecen defender más el proxenetismo,la vulgaridad, la palabra soez y un sentido casi prostituido de la verdadera manera de asumir derechos e igualdades.
No puede menos que asombrar cuando la respuesta que un joven alegara de su “novia” casi a medio vestir (o a medio desnudar) fuera, indicando su “derecho”, “libertad”… de usar a su antojo la moda: “yo no la compré”, como para lavarse las manos como Poncio Pilatos; o sea, sin tomar partidaen lo que enaltece el ser mujer, madre,trabajadora…
Puesto en sobre aviso, sucede que en con tr amosla misma respuesta en personas mayores;entonces, qué hacen, ¿las venden?...Toca a colofón una frase antigua y popular:“Señores, el diablo vende billetes… y hay quien compra la hoja completa”."
(Editorial de Laborem n°65)