Una jornada fuertemente arraigada en la historia del movimiento obrero.
En 1910 en Copenhague, durante la 2ª Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, que reunió a un centenar de mujeres de 17 países diferentes, se adoptó la idea de un «Día Internacional de la Mujer».
El primer Día Internacional de la Mujer se celebró al año siguiente, el 19 de marzo de 1911, para exigir el derecho al voto de las mujeres, el derecho al trabajo y el fin de la discriminación en el trabajo.
El 25 de marzo, un incendio durante una huelga de costureras en un taller textil de Triangle Shirtwaist en Nueva York mata a 140 trabajadores de las 500 que trabajaban allí, la mayoría inmigrantes italianas y judías de Europa del Este, encerradas en el interior de la fábrica. Algunas solo tenían 14 años. Esta tragedia, ligada a la explotación de la mujer trabajadora, tuvo un fuerte impacto y posteriormente fue conmemorada durante el Día Internacional de la Mujer, que luego vinculó la lucha de las mujeres y la del movimiento obrero.
VIVIR LA FRATERNIDAD UNIVERSAL CON LOS MIGRANTES Y REFUGIADOS
Los migrantes y refugiados son explotados y discriminados en sus lugares de destino. Es necesario promover el desarrollo sostenible y asegurar la dignidad de todos los seres humanos, incluyendo los migrantes. En el 2022, más de 100 millones de refugiados en todo el mundo (según ACNUR) se han visto forzados a huir de sus casas, a huir de sus miedos debido a la persecución y violencia causada por el conflicto y la guerra civil. En el 2021, el número de solicitantes para que se les reconociera su condición de refugiado en Japón fue de 2.413. Como resultado del procedimiento de reconocimiento de la condición de refugiado, a 654 extranjeros se les permitió residir en Japón. De estos, solo a 74 se les reconoció dicha condición, y a 580 no, pero se les permitió permanecer en el país por razones humanitarias. A finales de junio de 2022, el número de residentes extranjeros en Japón alcanzó los 2.961.969.
En un mundo en conflicto, con profundas desigualdades y ambientalmente insostenible, el trabajo decente representa el camino hacia la paz y la justicia social. Sabemos que el gran tema es el trabajo libre, creativo, participativo y solidario anhelo de la Iglesia universal (1) junto con tierra y techo, porque es el modo más digno de ganarse el pan de cada día y asegura nuestro compromiso con el cuidado de todas las personas y del planeta, haciendo un mundo más habitable y hermoso, y porque el trabajo permite caminar juntos como pueblo hacia una vida digna. El acceso al trabajo por parte de todos es una prioridad irrenunciable.
Hacemos nuestro el llamamiento del papa Francisco para seguir comprometidos, avanzando juntos por estos tres caminos: el diálogo entre las generaciones, la educación y el trabajo”2
Denunciamos que muchas personas trabajadoras migrantes quedan excluidas de los derechos laborales y sociales. Las personas asalariadas de los servicios esenciales carecen, en demasiadas ocasiones, de suficiente reconocimiento social y de condiciones de trabajo dignas. Las condiciones de trabajo, especialmente en un contexto global de subida de precios y de inflación desbocada que está generando un mayor empobrecimiento en las familias trabajadoras, no garantizan cubrir las necesidades básicas, ni son compatibles con las necesidades de cuidado personal y familiar.
El trabajo “informal” dificulta enormemente el desarrollo personal, familiar y comunitario, poniendo en riesgo muchos de los logros sociales y hasta los principios fundamentales sobre los que se asientan la cohesión social, la convivencia y la justicia social, además de las perspectivas de mejora de jóvenes y mujeres.
El confinamiento debido a la Covid-19 comenzó hace dos años y en Uganda, después de casi dos años los trabajadores han vivido historias indescriptibles de sufrimiento y desesperación. Muchos trabajadores han perdido su empleo debido al largo periodo de confinamiento y los niveles de desempleo han aumentado.
Uganda fue uno de los países con el periodo de bloqueo más largo, desde el 1 de abril de 2020 hasta enero de 2022, cuando se reactivó por completo la economía. Los empresarios informales no tuvieron ingresos durante este período y tuvieron que echar mano de sus propios ahorros, depender de la ayuda alimentaria del gobierno o buscar la ayuda de familiares y amigos para sobrevivir. Esto significa que durante el periodo de cierre, la mayoría de los trabajadores se encontraron en una economía de subsistencia.
Las condiciones del confinamiento han afectado a casi todos los sectores del mercado laboral. El número de personas empleadas en Uganda ha disminuido de 9 millones en 2016/17 a 8,3 millones en 2019/20. Esto llevó a que muchos asalariados perdieran su empleo. Otros trabajadores se vieron obligados a cerrar sus negocios.
Debido a la situación de desempleo en el país, incluso antes de la pandemia, Uganda solía exportar mano de obra a Oriente Medio, especialmente a Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos. Todo ello a pesar de los informes sobre las malas condiciones de trabajo. El número de emigrantes ugandeses ha disminuido de 25.363 en 2019 a 9.026 en 2020, debido a los efectos de la pandemia. Esto explica el alcance del impacto del confinamiento sobre los trabajadores en Uganda y en el mundo.
El “Día Internacional de la Mujer”, que tiene su origen en un hecho trágico del 8 de marzo de 1908, lo volvemos a recibir en el 2022 en medio de una pandemia sanitaria que ha generado estragos en las economías y sociedades del mundo, y, que al mismo tiempo, nos ha visibilizado las desigualdades estructurales en el desarrollo de todos los ámbitos de nuestras vidas.
En este particular tiempo de crisis, las mujeres han estado en primera línea dentro y fuera del hogar. En el ámbito privado, más del triple de las horas de trabajo de cuidado no remunerado ya recaían sobre sus espaldas, la pandemia las aumentó; y, en el ámbito social, su rol ha sido fundamental para atender los comedores populares, las ollas comunes, la autoorganización vecinal, la promoción de la salud en los vecindarios, aun cuando los recursos personales y la capacidad institucional han sido limitados y los derechos reconocidos también se han visto amenazados. A pesar de esta labor de las mujeres, se desarticularon los sistemas sociales, los de protección y las llamadas de auxilio, las denuncias por violencia y el abuso sexual aumentaron. Las mujeres quedaron a merced de la violencia doméstica en condiciones de mayor vulnerabilidad, produciéndose un repunte de feminicidios como la expresión más cruenta contra ellas.
La Iglesia y el mundo esperan mucho de nosotros. Empiezo con esta afirmación porque estamos viendo el esfuerzo y compromiso de nuestro Papa Francisco en hacer que la gran comunidad de seguidores del Proyecto de Jesús se una alrededor de él, comprenda la dimensión de esta propuesta que va mucho más allá de quienes confiesan nuestro credo, que alcanza a todos los trabajadores y trabajadoras del mundo y en todos los rincones del planeta, esta Casa nuestra, hoy peligrosamente amenazada por la enfermedad del consumismo, la codicia, del negacionismo, la intolerancia, frutos podridos del egoísmo, este mal que fue tan combatido por aquel que, por Amor, dio su vida por todos nosotros y nosotras.
Son tiempos realmente extraños los que vivimos, tristes por el número de muertes resultantes de una pandemia, pero también tristes por la precariedad en la que viven los millones de víctimas del desempleo, agravada por la enfermedad, pero también por los mecanismos de concentración de la riqueza de los poderosos. Nos entristece profundamente ver a millones morir de hambre, a pesar de todos los avances tecnológicos en la producción de alimentos, más nos entristece el desperdicio. Qué inquietante es ver a familias enteras moviéndose sin rumbo, desesperadas, asustadas por conflictos étnicos, religiosos y políticos, en busca de un lugar donde puedan tener paz; familias bloqueadas por alambradas de púas, cercas electrificadas, policías con chorros de agua y perros que asustan, humillan y matan. Este espantoso escenario que estamos viendo, diseñado por un proyecto de muerte y producido por un sistema que nada tiene que ofrecer a la humanidad, también está herido de muerte, como la Madre Tierra, agoniza; pero la Madre se recuperará, a pesar de las heridas, pues el sistema perverso pasará, como han pasado otros.
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